SEPTIEMBRE 2003

En los siete años trascurridos desde que hicimos el pozo, nunca lo habíamos visto con tan poca agua. La escasez de lluvias de este verano y los fuertes calores han hecho bajar el nivel tanto que este mes hemos tenido que racionar los riegos muy por debajo de lo necesario.

Si las siembras de julio y agosto hubieran tenido éxito ahora estaríamos cosechando lechugas y zanahorias. Los numerosos pájaros y aves que habitan la zona escarban la tierra húmeda donde caen las gotas del riego buscando insectos y suponemos que también se comen las semillas conforme germinan. Ello nos hace pensar que a) tenemos que preparar un semillero donde cuidar de las jóvenes plántulas o colocarles una protección al enterrarlas y b) no sería mala idea hacer un espantapájaros que además daría al huerto un toque pintoresco. Y hablando de plagas, hemos comprado un ahuyentador de topos de esos electrónicos que se clavan en la tierra. Producen una vibración sonora que, según dice en el embalaje, los aleja en un radio de 18 metros. El mes que viene podremos decir si es cierto...

Además de recoger los últimos tomates, ya muy poco desarrollados, y algunos puerros también por debajo de su tamaño normal (hemos comprobado que algunos tenían las raíces roídas), las judías verdes que sembramos hace un par de meses nos han dado unas cuantas vainas. Algo es algo. Por otro lado, las pocas coles repollo, lombardas y de Bruselas que han prosperado parece que van por buen camino.

Se ha avanzado un poco en la construcción de lo que en un principio iba a ser un estanque y que ahora se planea también como piscina natural (ya puestos...). Se iba a hacer en plan simple: un gran hoyo recubierto de una lámina de polietileno pero los roedores la han agujereado por lo que se va a recurrir a una malla metálica que sirva de soporte a mortero de cemento. Algunas plantas acuáticas le darán un aire más natural. En este paraje se ven galápagos, ranas, sapos y salamandras que esperamos acojan con entusiasmo la idea ya que en verano no hay charcas en los alrededores. Los estanques son muy útiles cerca de los huertos precisamente porque sirven de refugio a toda esa fauna útil devoradora de plagas y contribuyen al equilibrio del ecosistema en el que se encuentra la tierra de cultivo.

El éxito de un pequeño experimento el año pasado nos ha animado a repetirlo: cubrimos con una gruesa capa de acolchado (formado por hierba seca) una tabla durante el otoño y el invierno. Al llegar la primavera y retirarla apreciamos que la tierra estaba esponjosa en vez de dura y agrietada como la que había quedado a la intemperie. Está claro también que se había preservado de la erosión y el lavado de nutrientes. El acolchado (mulching en inglés) tiene numerosos efectos beneficiosos: protege la microfauna beneficiosa del suelo del frío y el calor, evita la erosión en invierno, reduce la evaporación de agua en verano e impide la proliferación de malas hierbas. Al ser materia orgánica acaba convirtiéndose en humus, enriqueciendo la tierra. Tan sólo es preciso tomar una precaución: no colocarlo en cultivos en tiempo frío o en primavera ya que dificulta el calentamiento de la tierra necesario para el desarrollo de las plantas.

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